lunes, 2 de enero de 2012

OTRA NAVIDAD

JAUME PATUEL i PUIG,

¡Otra Navidad! puede exclamarse con tonalidades emotivas diferentes. La primera con un tono de gran fiesta, la que se celebra una vez al año. Todo fiesta. Todo alegría. Todo regalos. Todo cantos. Y pasada la fiesta, todo sigue igual. La segunda también con un tono de mucha depresión. Todo tristeza. Fiestas insoportables. Y pasados estos días, todo sigue igual. Las dos son desproporcionadas, se desmarcan de la normalidad. Las dos dejan de lado la profunda significación que tiene esta fiesta, que es del día a día.
Empiezo así porque volver a escribir –como cada año- no resulta fácil si se quiere decir alguna cosa nueva en ocasión de esta fiesta. Y decir algo nuevo, lo veo imposible. La forma de decirlo, tal vez no.
Mi intención es ayudar a comprender la Navidad o el Nacimiento o Luz interior o Sol emergiendo que cada uno lleva en su vida o cada ser humano tiene en su profundidad cuando uno al mismo tiempo es esa Profundidad interior. Navidad es nacimiento de la luz que cada día a través del sol se manifiesta. En la oscuridad hay luz sino no habría obscuridad. Las nubes esconden el sol, pero no lo hacen desaparecer. O la Divinidad encarnada en un Niño según la tradición de cristiandad. Otras culturas lo han expresado en diversas mitologías. Un Niño, un Sol, un Astro, un Personaje, un Camino que ilumina, orienta, indica. Está afuera y a dentro al mismo tiempo. En otras palabras, nuestro mundo interno como el externo.
Navidad, el nacimiento diario que cada uno experimenta cuando al despertarse puede ver o contemplar la luz del alba o el sol naciente. Luz que puede estar a veces tapada por las nubes de las dificultades del día a día, por el dolor, por las tribulaciones. Pero siempre, sin ninguna clase de duda, detrás de las nubes, junto a la oscuridad, siempre hay el Sol, la Luz. El nacimiento de otro día, de otro momento. La vivencia de sentir la hondura de cada uno que lleva a amarse y amar.
Sol, Luz, Personaje mítico que da calor como es el afecto que se da o se recibe. Los buenos días que se desean. La fantasía que se cultiva. El silencio que se hace al levantarse. El abrazo que se da o se recibe de la compañía tenida. El beso dado o recibido por los demás. O la sonrisa interior en una soledad, fuerte y terrible; a veces, casi depresiva o melancólica.
Otra Navidad es lo mismo que decir también otro día al abrir los ojos y ver que aún se vive aunque a veces se quisiera haber muerto. La hondura o la profundidad de cada uno, fruto de una labor interior silenciosa, de un pensamiento constructivo y sobre todo de haberse autodescubierto que nuestra realidad más que una forma es una transformación, una manifestación de un fondo universal, cósmico. Esto pide respeto a la Naturaleza.
Otra Navidad es tomar consciencia de una red real, existente, pero invisible de nuestra vida. Lo esencial es siempre invisible decía Antoine de Saint Exupéry en su famoso librito El pequeño príncipe. Eugen Drewermann, teólogo y psicoanalista, ha hecho una profunda lectura psicoanalítica de ese pensamiento en su libro Lo esencial es invisible. No es ninguna creencia o dogma, sino vida. Confianzas y fe en la certeza de la Hondura que es el ser humano.
Y esta realidad no es monopolio de ningún grupo, de ningún poder, de ninguna ideología, de ninguna cultura. Este Real está en todas y en todos. Es cósmico. Sencillamente “Es”. Sencillamente no yo soy, sino “soy”. No nosotros somos, sino “somos”. Sin sujetos explícitos gramaticales.
Es suficiente en abrir el ojo interior. El tercer ojo. Hacer caso a la intuición, fruto de los tres cerebros que tenemos. Por encima del conocimiento racional y emocional, hay otro que es más profundo. De ninguna manera significa que los dos primeros queden desbancados, sino todo lo contrario. Tienen que analizar y no desechar la intuición que tenemos. Auscultar el ruido silencioso de la Hondura del Hontanar.
Entonces, podemos ver y constatar la importancia de los rituales, no del ritualismo. La reunión o celebración familiar: Por navidad dichoso el que en su casa está como dice el refrán. Tiene mucho sentido, siempre que el mundo emocional armonice el encuentro de los seres queridos con los regalos adecuados, pedagógicos, didácticos, placenteros. Y todo el mundo alrededor de la mesa donde la gastronomía tiene su buen papel, reflejo del compartir. Fiesta en que el amor da placer y también vidas.
Y nada de esto debe impedir profundizar, antes todo lo contrario, que Navidad sea de búsqueda. El nacer de cada día a la búsqueda de lo profundo. Esa búsqueda nos da a conocer este otro acceso a lo Real, a la Ultimidad, a la Inefabilidad, a la Deidad, a lo Absoluto. El acceso no de las necesidades sino de la contemplación. Dos alas para volar. Satisfacer necesidades y al mismo tiempo contemplar: Navidad es nacimiento y fiesta. Sí, de un infante muy especial, pero básicamente del Infante que hay en el interior de cada uno de nosotros, de todo ser humano. Infante que simboliza nuestra Unidad con el todo. La gran canción, muy conocida, cantada cada en tiempos de guerra: Noche de paz... es la búsqueda que todo ser humano hace de la vida a pesar del mismo humano. Una búsqueda que lo lleva a entonces a un nivel de consciencia global, integrador, que le permite transcender la visión miópica de la razón. La racionalidad no puede ni debe querer explicarlo todo. Dice bien claro Blaise Pascal, (1623-1662), filósofo francés: Hay razones que el corazón tiene y la razón no comprende.
Y concluyo deseando a la persona lectora: Otra Navidad muy feliz donde reine la vida integral y llena en todo ser humano, en el nacer de cada día.

¿LA NAVIDAD ES HOY UNA BUENA NOTICIA PARA LOS POBRES?


MIGUEL ESQUIROL VIVES,
La Navidad para muchos es una fiesta de abrazos y regalos, para otros una fiesta de familia, para otros una fiesta de negocio, para otros un exceso de consumo, para otros una fiesta religiosa. Quizás de descarga de las pesadas conciencias de muchas empresas, con el propósito de sacar tajada de su generosidad. Y para la ciudad es un mes de apabullante publicidad, para obligar a comprar y comprar, para vender más y más.
Pero con todo eso no sabemos si hemos perdido el rumbo o es simplemente ignorancia o puro oportunismo de muchas empresas, de tiendas y supermercados. Pero lo que sí es verdad es que la navidad es a una de las fiestas más explotadas por el sistema económico que impera, sobre todo en occidente.
En las iglesias se repiten los mismos discursos sin mayor trascendencia, que de tanto oírlos resbalan como el agua entre las manos o en la arena del desierto. Y sin embargo algo tuvo que pasar con aquel nacimiento para que todavía dure su eco aunque desfigurado por el tiempo y las aguas. Algo que cambió no sólo la historia y el calendario, con un antes y después de Cristo, sino que cambió la historia de mucha gente y con repercusiones sociales de mucha trascendencia, aunque en su nombre también se hayan hecho muchos atropellos, guerras, masacres, torturas y abusos contra personas y pueblos enteros, y que todavía se siguen haciendo como hemos dicho más arriba.
Desde una visión de fe en el Misterio del que participamos todos quiero decir esta palabra, sin enseñanzas ni discursos, sólo con las palabras de Jesús cuando proclama su misión en la sinagoga de Nazaret con las palabras del libro del profeta Isaías: “El Espíritu del señor está sobre mí. Me envió a traer la buena noticia a los pobres. A anunciar a los cautivos la libertad y devolver la vista a los ciegos; a despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia del Señor”.
El año de gracia del Señor era la devolución de las tierras adquiridas por los ricos de los pobres, que por necesidad tuvieron que vender durante los 50 años anteriores. Y la liberación de los esclavos comprados por deudas no pagadas. Y el pasaje termina: “Al oír estas palabras todos los que estaban en la sinagoga se enojaron mucho. Se amotinaron y lo arrastraron fuera de la ciudad, llevándolo hasta un barranco del cerro en el que estaba construida la ciudad, para arrojarlo desde ahí. Pero él, pasando en medio ellos, siguió su camino” (Lucas 4, 14-30).
Muchos profetas como Jesús han perdido la vida, no hace muchos años en Latinoamérica por anunciar estas buenas nuevas a los pobres, voces que nos siguen diciendo que mientras no se den buenas noticias a los pobres y se haga algo de verdad para luchar contra la pobreza, se está desvirtuando la Navidad, si negar las buenas intenciones de estas fechas y las buenas voluntades de muchos de nosotros, pero no parece suficiente.
El año de gracia se anuncia hoy cuando los indígenas, las comunidades campesinas, los señalados y proscritos por su orientación sexual, las mujeres segregadas por su condición sexual y tantos otros y otras se atreven a pronunciar su palabra para defender su dignidad. ¿La Navidad de este 2011 será una buena noticia para los pobres?

UN DÍA DE GRACIA

Saponificando las grasas
JOSÉ MORENO LOSADA.
Hoy ha sido un día de gracia, sí de esos de “propina” que dice mi madre, y no tanto por las horas de la jornada que han estado cifradas y marcadas como todos los días, sino por la gracia de su contenido; un día de sol espléndido hacía que al salir de casa y encaminarme por la carretera fuera a una velocidad tan tranquila que en alguna línea continua, cuando me he dado cuenta, he pensado que estaba molestando a los que me seguían, aunque creo que estaban tan seducidos como yo al mirar las encinas taladas, con su leña en el suelo, la viñas ya podadas, los árboles frutales queriendo alumbrar la vida que se gesta en el interior salvándose del frío, los sembrados estallando en su verde primigenio y todo brillante y claro por un sol de primavera que se enseñoreaba en el invierno imponiéndose y no permitiendo la niebla de ningún modo. Todo un lujo de placer y de gracia. El camino era hacia un pueblecito, “San Rafael de Olivenza, donde viven Jesús y Angelines, hace unos días nos llegó la invitación a esta jornada, la excusa era la “saponificación de las grasas”, a hacer jabón en lenguaje de toda la vida, pero el ingeniero químico le da altura de ciencia al quehacer de lo diario. Lo habían dicho a bastantes y al final nos hemos podido juntar quince personas, unos ya conocidos y otros nos hemos conocido hoy. Todos tienen que ver con esta pareja y de algún modo todos tenemos que ver con todos, y a partir de ahora más, porque nos lavaremos con el mismo jabón y tendremos hasta el mismo olor. Cada uno aportábamos poca cosa: un litro de aceite usado, del inservible, y dos cajas de tetrabrik vacías para el laboratorio improvisado en el patio de la casa, que como la de todos los pueblos es amplio y acogedor, con pequeño huerto y todo.
Allí el lebrillo, sobre una mesa de laboratorio improvisada, con los aderezos propios para el quehacer transformador de las grasas insanas en jabón base, así como de uso cosmético : sosa caústica, aceite de coco y almendra dulce, cacao caducado. Los aceites habían ya pasado un proceso de transformación siendo purificados con carbono sacado de la chimenea que calienta la casa. A partir de ahí según llegábamos todos nos acercábamos a la pizarra explicativa de todas las teorías y de los pasos de los que íbamos a ser testigos y partícipes de algún modo, sobre todo con bromas y risas fruto de la ignorancia, y comenzamos a ver el proceso transformador: el color, el olor, y los cambios que iban produciendo hasta que se llegaba a ese producto que a base de materiales totalmente naturales mostraba ya belleza y atractivo, y con el que nos comenzaba a unir cierta familiaridad, y no sólo por ser testigos activos de su proceso y haber aportado el aceite usado de nuestras cocinas del cada día, sino porque el propio ambiente que se ha creado, totalmente gratuito , nos llenaba de paz y serenidad, así como descanso en medio de las tareas estresantes que en la vida diaria nos agotan y a veces nos agobian. El simple hecho de estar allí en esta actividad y en este encuentro sin otro interés que el encuentro, la paz, el descanso, la comunidad, la vida compartida y relajada, estaba transformando nuestra tensión en algo de disfrute y de sanación tranquila y amable entre amigos.
Tras el laboratorio, la comida compartida, la ensaladilla de Angelines, así como las carnes que hechas a la brasa, nos dan otro sabor y otro saber, es comer desde y para el encuentro, aquellos que los romanos llamaban “convivium”, vivir juntos, todo excusa para sólo eso, para la vida sin más aditamentos artificiales, todo natural.
Era como una preparación para el sentido de la Nochevieja y del Año nuevo:
o De lo viejo y lo inútil puede salir la vida. “Nada debe ser despreciado porque todo puede ser transformado y ser medicina aquello que enfermaba”.
o La purificación y la poda llevan a mejor vida. “La transformación para lo mejor y lo más bello, tiene un coste de entrega y de disciplina que duele pero acaba legrando el alma”.
o El crisol es difícil y lento pero acaba dando mejor color y mejor vida. “El crisol de la existencia se da en la propia vida, se trata de vivir todos los momentos en claves de la búsqueda sabiéndole sacar lo mejor a lo peor, y lo positivo a lo negativo”.
o La más importante es la base, eso es lo que limpia , purifica y sana. “Nada hay más importante que una relación constructiva, sana, auténtica, transparente, propositiva; sobre ella todo es posible, sin ella, todo acaba en nada”.
o La cosmética en la vida: adorna, anima, ilusiona, agrada, potencia… y cuesta tan poco: “Recobrar la ternura y la misericordia en la vida será el mejor lenitivo para una humanidad dolorida y desilusionada, unos en medio de la pobreza y otros en medio de la opulencia, porque no hay mejor camino para la riqueza que la generosidad y la gratuidad”.

BIZCOCHO ESPECIAL PARA EL NUEVO AÑO

Ingredientes imprescindibles:
· 12 cucharadas soperas de cariño.
(Ni una más ni una menos, si no, se podría cortar y os estropearía el postre).
· 11 cucharadas de abrazos.
(Pequeñas, de café; pensar que es una por persona, de la marca “Pechito con pechito”; se ha comprobado científicamente que una cucharadita de abrazo al día, como mínimo, te da fuerza para emprender con ánimo el nuevo día).
· 10 gramos de amabilidad.
(Es un ingrediente que endulza la vida, no engorda y nos hace sentir bien).
· 9 pizcas de generosidad.
(Ayuda a echar una mano cuando te necesitan, a no escurrir el bulto, a descubrir que te sientes mejor al dar que al recibir).
· 8 cucharadas grandes de tolerancia.
(Bien cumpliditas; utilizar tolerancia de marca, no de la de cumplir; ayuda a combatir los virus de la intransigencia, la obcecación y la tozudez).
· 7 tacitas pequeñas de diálogo.
(No es algo que se encuentre con facilidad en el mercado, ni habitualmente en nuestras casas, pero le dará consistencia y buena presencia al bizcocho).
· 6 puñados de harina, marca “alegría.
(Imprescindible para que resulte con gracia; no quitar los posos del contento, el gozo ni de la animación: dan un sabor muy agradable).
· 5 puñados de semillas de esperanza.
(No pasa nada si se equivoca uno y echa alguno más, siempre es mejor que sobre, que no que falte).
· 4 cucharaditas de convivencia.
(Pero que sea de calidad; ni una más, ni una menos, lo justo, porque si no, nos empachará).
· 3 chupitos de orujo de hierbas, gallego, marca “simpatía.
(Al meterlo en el horno el alcohol se evapora, pero lo deja todo empapado con su sabor y quien lo prueba le encanta y pide la receta para hacerlo cada semana).
· 2 cucharadas cumplidas de cuidado.
(También es imprescindible este ingrediente, sin él, el bizcocho se echará a perder, pero no echar más de la cuenta, porque se puede estropear por exceso de agobio).
· 1 dedito de perdón.
(Puede ser a lo ancho o a lo largo, según se necesite; vital para que el bizcocho se pueda comer en cordialidad y placer, sin el perdón se agriará y no se podrá degustar en común).
Mezclarlo todo con salero y añadir un buen chorro de humor (que lo endulza bastante y deja un muy buen sabor de boca). Espolvorear con generosidad amor glasé, que le dará una presencia deliciosa y añadir chocolate puro de ternura. ¡Ah! y adornarlo con unas guindas de sinceridad, color rojo-pasión.
Hornearlo a fuego lento, para que no se queme y adquiera la consistencia deseada, así os durará bastante. Quienes lo prueban repiten y se les queda un regusto de felicidad.