jueves, 14 de abril de 2011

Viernes Santo

No te bajes de la cruz.

          Según el relato evangélico, los q pasaban ante Jesús crucificado se burlaban de él y, riéndose de su sufrimiento, le hacían 2 sugerencias sarcásticas: Si eres Hijo de Dios, «sálvate a ti mismo» y «bájate de la cruz». Ésa es exactamente nuestra reacción ante el sufrimiento: salvarnos a nosotros mismos, pensar sólo en nuestro bienestar y, por consiguiente, evitar la cruz, pasarnos la vida sorteando todo lo que nos puede hacer sufrir. ¿Será Dios así? ¿Alguien que sólo piensa en sí mismo y en su felicidad? Jesús no responde a la provocación de los que se burlan de él. No pronuncia palabra alguna. No es el momento de dar explicaciones. Su respuesta es el silencio. Un silencio que es respeto a quienes lo desprecian, comprensión de su ceguera y, sobre todo, compasión y amor. Jesús sólo rompe su silencio para dirigirse a Dios con un grito desgarrador: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? No le pide que lo salve bajándolo de la cruz. Sólo que no se oculte, ni lo abandone en este momento de muerte y sufrimiento extremo. Y Dios, su Padre, permanece, en silencio. Sólo escuchando hasta el fondo ese silencio de Dios, descubrimos algo de su misterio. Dios no es un ser poderoso y triunfante, tranquilo y feliz, ajeno al sufrimiento humano, sino un Dios callado, impotente y humillado, que sufre con nosotros el dolor, la oscuridad y hasta la misma muerte. Por eso, al contemplar al crucificado, nuestra reacción no es de burla o desprecio, sino de oración confiada y agradecida: “No te bajes de la cruz. No nos dejes solos en nuestra aflicción. ¿Para que nos serviría un Dios que no conociera nuestra cruz? ¿Quién nos podría entender?” ¿En quién podrían esperar los torturados de tantas cárceles secretas? ¿Dónde podrían poner su esperanza tantas mujeres humilladas y violentadas sin defensa alguna? ¿A que se agarrarían los enfermos crónicos y los moribundos? ¿Quién podría ofrecer consuelo a las víctimas de tantas guerras, terrorismos, hambres y miserias? No. No te bajes de la cruz pues si no te sentimos «crucificado» junto a nosotros, nos veremos más «perdidos». Pagola.

Escándalo y locura.

         Los primeros cristianos lo sabían. Su fe en un Dios crucificado sólo podía ser considerada como un escándalo y una locura. ¿A quién se le había ocurrido decir algo tan absurdo y horrendo de Dios? Nunca religión alguna se ha atrevido a confesar algo semejante. Ciertamente, lo primero que todos descubrimos en el crucificado del Gólgota, torturado injustamente hasta la muerte por las autoridades religiosas y el poder político, es la fuerza destructora del mal, la crueldad del odio y el fanatismo de la mentira. Pero ahí precisamente, en esa víctima inocente, los seguidores de Jesús vemos a Dios identificado con todas las víctimas de todos los tiempos. Despojado de todo poder dominador, de toda belleza estética, de todo éxito político y toda aureola religiosa, Dios se nos revela, en lo más puro e insondable de su misterio, como amor y sólo amor. No existe ni existirá nunca un Dios frío, apático e indiferente. Sólo un Dios que padece con nosotros, sufre nuestros sufrimientos y muere nuestra muerte. Este Dios crucificado no es un Dios poderoso y controlador, que trata de someter a sus hijos e hijas buscando siempre su gloria y honor. Es un Dios humilde y paciente, que respeta hasta el final la libertad del ser humano, aunque nosotros abusemos una y otra vez de su amor. Prefiere ser víctima de sus criaturas antes que verdugo. Este Dios crucificado no es el Dios justiciero, resentido y vengativo que todavía sigue turbando la conciencia de no pocos creyentes. Desde la cruz, Dios no responde al mal con el mal. "En Cristo está Dios, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino reconciliando al mundo consigo". Mientras nosotros hablamos de méritos, culpas o derechos adquiridos, Dios nos está acogiendo a todos con su amor insondable y su perdón. Este Dios crucificado se revela hoy en todas las víctimas inocentes. Está en la cruz del Calvario y está en todas las cruces donde sufren y mueren los más inocentes: los niños hambrientos y las mujeres maltratadas, los torturados por los verdugos del poder, los explotados por nuestro bienestar, los olvidados por nuestra religión. Los cristianos seguimos celebrando al Dios crucificado, para no olvidar nunca el "amor loco" de Dios a la humanidad y para mantener vivo el recuerdo de todos los crucificados. Es un escándalo y una locura. Sin embargo, para quienes seguimos a Jesús y creemos en el misterio redentor que se encierra en su muerte, es la fuerza que sostiene nuestra esperanza y nuestra lucha por un mundo más humano. Pagola.

POEMA

Aquel que no era nada más que de Dios Palabra
fue nada menos que Dios callando en un madero:

Entre sus manos, impedidas para abrazar por los dos clavos,
se acunaron los sufrimientos más amargos de este mundo.

En sus ojos, emborronados para mirar por sudor y sangre,
se vertieron las lágrimas más inocentes de esta tierra.

De su boca, desencajada para perdonar por bofetadas,
se escaparon las palabras más tiernas de esta historia.

Por sus entrañas, desgarradas para amar por una lanza,
se pasearon los sentimientos más puros de esta humanidad.

Aquel que no era nada más que de Dios Amor
fue nada menos que Dios amando en el madero.

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